En el deporte, en el trabajo, y en nuestras relaciones con la familia o los amigos, todos somos nuestros propios jueces. Y somos los más estrictos, crueles y parciales que podamos imaginar. Somos capaces de marcar unas reglas casi imposibles de cumplir, porque en el fondo, el ser humano tiene un carácter autodestructivo. Y por eso es imprescindible trabajar nuestra autoestima.